Presenciar un acontecimiento musical es algo a lo que ya no estamos acostumbrados. En un momento en el que las estrellas cada vez se consumen más rápido y las canciones se olvidan en tres escuchas, es casi imposible trascender las barreras del mainstream y dejar una huella real en la historia del show business.
Pero Lady Gaga no es una artista convencional. Sin dejar de ser una pardilla integral, ha demostrado una involucración en su carrera sin precedentes, al comprender que la música es solo una parte del estrellato, pues lo que te convierte en leyenda es todo lo que haces alrededor de tus canciones. Ella ha recuperado el concepto de espectáculo en su sentido más ambicioso y excesivo, y su carrera no parece tener límites. En una época en la que los videos parecen ser un mero trámite que estorba sobremanera a los artistas, Lady Gaga ofrece lo mejor de sí misma al ser consciente de que puede que dentro de unos años las canciones queden olvidadas, pero será el enorme impacto en la cultura popular lo que marque un antes y un después en la concepción del entretenimiento.
Nadie es más lista que ella, y nadie sabe reciclar los elementos de la nostalgia colectiva para crear un pastiche que fascine e inquiete a partes iguales. Lady Gaga ha dado con la clave, alguien tenía que hacerlo, para dejar en ridículo a la panda de vagas sin vocación a las que solo les importa la longitud de sus extensiones. Y esta vez ha fagocitado a Beyoncé, la única estrella que podría estar a su altura, apabullándola con una estética insultantemente trash de la que Sasha sale victoriosa al comprender que todo se trata de una enorme broma destinada a alimentar el mito de ambas estrellas. Ya en su momento celebramos esta amistad tan necesaria.
El resultado es el anuncio de Virgin Mobile más lujoso de la historia. O uno de los mejores videos que hemos visto en nuestra vida.