Cuando Madonna estaba viva el mundo era un lugar mejor. Estar triste era cosa de pobres y las canciones solo hablaban de trucos para maquillarse. El pop era desvergonzado y nos hacía felices. Cada vez que daba signos de decadencia, aparecía una nueva peluca, o una nueva coreografía que se grabaría a fuego en nuestros corazones. Corrían los años 90 y todos nos confiamos, pensando que el chochi-pop no moriría nunca.
Pero de unos años a esta parte el pop ha entrado en una etapa humillante, cutre y barata. Y en el fondo todos somos culpables de ello. La maloliente broma de Ke$ha ha llegado demasiado lejos y, dado que nadie parece hacer nada al respecto (como por ejemplo sentarse en las discotecas cuando la pinchen a modo de protesta colectiva), la muy mendiga sigue lanzando singles. Y lo que es peor, las estrellas de verdad han empezado a seguir su filosofía de pelo sucio, cara de estar oliendo a mierda permanente y canciones cuya base es similar a la del cencerro de una vaca desbocada. Como si no hubiera torturado nuestras adolescencias los suficiente, el bakalao ha vuelto a las discotecas, pero mientras en aquellas cantaditas las chicas tenían voces preciosas (en plan la sueca que cantaba en Titanic), en los hits actuales sufrimos eructos y graznidos que encima tendremos que considerar divertidos.
Un año sin singles de Beyoncé es un año perdido, Justin Timberlake parece más ocupado en aparecer en películas sin números musicales (!) que en revolucionar el pop y Fergie está tardando demasiado en enseñarnos nuevas formas de bailar follando. Encima alguien ha dejado que Jennifer Lopez vuelva a entrar en un estudio de grabación. Estamos jodidos. Y hay que hacer algo. No hará falta asesinar a Ke$ha porque tarde o temprano ella morirá ahogada en su propio vómito, pero nos sentimos con la obligación moral de ponernos las bragas y reivindicar la CLASE como modo de vida tanto en la música como en la pista de baile.
Analicemos los puntos clave de este fenómeno, que ha acabado con el mundo del pop tocando fondo, pero no como nos gusta, sino oliendo mal. Oliendo fatal.