Vamos a dejar una cosa clara: Rihanna no tiene ningún talento. Nosotros lo sabemos, vosotros lo sabéis, y lo más importante, ella también lo sabe. No es que no cante bien, es que escucharla es un infierno, ni siquiera intenta bailar, y tampoco tiene especial carisma. Por no saber, no sabe ni andar con tacones. Y aun así lleva 5 años siéndolo TODO. Durante este tiempo no hemos dejado de preguntarnos a cuento de qué esta cajera de supermercado (que es a lo que se dedicaba cuando fue descubierta) es una estrella del pop, y de las grandes.
Para empezar sus singles son exclusivamente temazos increíbles. Su equipo no baja la guardia y saca un disco cada ocho meses. Su imagen es muy potente, y aunque no huele la clase ni de lejos tampoco va hecha un circo como otras. Para la grabación de Loud, por ejemplo, tuvo a siete productores ofreciéndole sus mejores canciones para elegir (mientras ella probablemente mascaba chicle tirada en su sofá de leopardo y enviándose mensajes con Katy Perry por el wassapp). En el lanzamiento de Russian roulette controló el día, la hora y la emisora donde se estrenaría mundialmente, mientras otras tienen que pedirle a su asistente que filtre sus discos para que alguien les haga caso.
El secreto del éxito de Rihanna en realidad se puede resumir con una pregunta retórica: si tuvieras que irte de fiesta con Rihanna o con Adele, ¿a quién elegirías?
Exacto.
Rihanna es la jefa de las animadoras, la tía más buena de clase de la que nunca pudimos ser amigos por mucho que nos hiciéramos los guays en el recreo. Rihanna es una estrella del pop aspiracional: ellas quieren ser como ella y ellos también quieren ser como ella quieren tomar daiquiris con ella. Por eso es amiga de Katy Perry, la presidenta del club de la biblia que todo el mundo sabe que la chupa en la primera cita. Y por eso se ríen de Lady Gaga, que no hace falta decir a qué estrato social pertenece, cuando gana un premio y ellas sólo han ido a por la barra libre. Al margen de la depresión que nos provoca la escena musical actual, hay que reconocer que mola ver el mundo del pop convertido en una fiesta de fin de curso de instituto. No hay talento por ningún lado, pero oh dios qué divertido es todo.
Con el tiempo nuestra actitud de no dar crédito ante el éxito de esta putilla ha ido evolucionando al amor incondicional. Nunca nos saltamos una canción suya en el iPod y la noche no empieza nunca hasta que el dj no pincha uno de sus hitazos. Y mira que los tiene por docenas. Así que abramos una botella de ron y bebamos un chupito por cada temazo de esta playlist. Al final hay que votar el que más nos guste y como estaremos borrachos solo podremos ser sinceros y decir Rude boy. A la mañana siguiente lo negaremos todo.
Como siempre
¡Abajo!